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Hoy en día todos estamos acostumbrados a los grandes hipermercados y centros comerciales, que combinamos con el comercio tradicional bien por cercanía bien por atención y esmero. Pero, aunque parezca increíble, no todo el mundo tiene a su alcance este tipo de comercio. Voy a hablaros de otra modalidad, muy extraña a todo esto, pero muy útil.
Mi suegro es natural de un pequeño pueblo al noreste de la provincia de León, llamado Santa Olaja de la Acción. Hace unos años se hizo una casa allí, donde vamos con bastante frecuencia. Se trata de un pequeño pueblo que en invierno cuenta con sólo 20 habitantes, sin ayuntamiento propio y sin muchas otras cosas.
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Entre las cosas que no tiene está el que carece de cualquier tipo de comercio, e incluso de bar (otro día os contaré como se suple la ausencia de bar en un pueblo de España). Por lo demás, no es un caso único en el contorno, habiendo muchos otros municipios con la misma situación. El pueblo grande más cercano es Cistierna, a once kilómetros, donde sí existe la equipación comercial habitual: un mercado o plaza, varios supermercados (El Árbol, Eroski, Día) y tiendas de todo tipo. Esto es suficiente para la mayoría de la gente, pero en poblaciones del perfil de Santa Olaja hay muchas personas mayores, que no conducen, y tampoco existe transporte público con la regularidad suficiente. La solución a este problema la llevan los pequeños comerciantes, que se dotan de pequeñas furgonetas frigoríficas habilitadas como tienda, y que recorren los diferentes pueblos con esta situación, para atender a sus clientes.
En Santa Olaja el panadero pasa todos los días (salvo los domingos), el pescadero y el carnicero van todos los sábados, y hay un charcutero que lleva embutidos y quesos cada 2 semanas. Además, cuando en verano o Semana Santa vuelven los emigrados a las ciudades, estos comerciantes hacen su “agosto” y el veraneante tiene una comodidad más. En las fotos veis a Roberto, el carnicero que nos visita y nos deleita con una carne exquisita, de reses que el mismo cría y lleva a matar.
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[...] un artículo reciente, bajo el título Otra Forma de Comercio, comentaba como se abastece una pequeña población rural. De lo que vamos a hablar ahora es de una [...]
Lo mejor que he podido ver en este sentido fue un “mercadillo” de comida en Francia cerca de la frontera con Suiza. Había decenas de carromatos, itinerantes que van de un pueblo a otro con todo tipo de puestos de calidad excepcional, carnicerías, pescaderías, queserías, fiambrerías, bollerías y panaderías, no se, de todo, impresionante y de una calidad increible. En muchos pueblos de Francia sustituyen literalmente a nuestros mercados.
Es impresionante ver como una mañana de sabado la gente sale a pasear y a difrutar de estas muestras gastronómicas.
Me encanta esa forma de comercio, reinventado a si mismo con comerciantes que palpan las necesidades del consumidor de primera mano y, además, con una dificultad añadida, los aldeanos son verdaderos expertos en la calidad de los productos.
Un abrazo.