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En el denominado barrio de las letras, entre las cortes y la calle huertas, se encuentra la Taberna Dolores, un tradicional y emblemático local situada en pleno centro de Madrid que es frecuentada por todo tipo de clientes. Desde madrileños castizos de este u otros barrios más lejanos, como es mi caso, hasta turistas procedentes de todas partes del mundo.
Esta taberna fue fundada hace nada más y nada menos que 100 años, en 1908, como una casa de comidas aunque actualmente se dedique a tapas a base de conservas, salazones, etc. y su tradicional cocina haya desaparecido hace ya añgunos años.
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Es un local en el que resalta la calidad de su grifo de cerveza, siempre bien tirada, su vermouth y por su puesto sus diferentes opciones de tapas y raciones a base de salazones, marinados, embutidos, conservas, fiambres, etc.
Su visita es obligada si os encontráis por la zona y es uno de los lugares de referencia en Madrid para tomar tapas a un precio “asequible” si miramos la calidad y eso sí, podéis elegir entre su barra y sus pocas mesas, pero es posible que lo encontréis atestado de gente, sobre todo en fin de semana.
Taberna La Dolores
Plaza de Jesús, 4
28014 Madrid
España
Pablo gracias por tu comentario. Lo que cuentas no tiene razón de ser, pero nunca me he percatado de situación similar en La Dolores.
No se puede decir que el servicio sea un deroche de simpatía y amabilidad, pero lo que cuentas es del todo inadmisible.
Un servicio vergonzoso.
Después de un paseo por el Botánico, un amigo me recomienda que nos acerquemos a tomar unas cañas a este local. De entrada, yo visto unos zapatos Camper, unos pantalones “chinos”, una camisa y un bolso de piel. Cuando pedimos las cañas el camarero parece mirar a través de nosotros y no vernos (mi amigo lleva el pelo largo, y un aspecto más de montañero). El sitio está lleno, pero de repente comienza a vaciarse. Al fondo, sobre un suelo un pelín más elevado quedan algunas mesas libres. Procedemos a tomar asiento en una de ellas cuando un camarero malencarado llega medio apartándonos para limpiarla; mientras, nos indica que ahora trae la carta de las raciones, pues para sentarse es necesario pedir algo de comer. Nos levantamos y optamos por aposentar nuestros traseros en unos taburetes que en ese momento se liberan de sus ocupantes. Desde el momento en el que abandonamos la mesa, tanto la que dejamos vacía cómo las restantes se van llenando: de personas con el pelo engominado, otros con pinta de extranjeros adinerados, abundancia de camisas Ralph Lauren, señoras cargadas de alhajas de oro recién salidas de la pelu… Ninguna de estas personas hace el más mínimo atisbo de pedir una ración o una tapa. El camarero por su parte no dice ni mu; y no sólo no dice nada sino que este sujeto premia a algunos de ellos acompañando a las cañas con un plato de patatas tipo Matutano, tapa que en nuestro caso se ahorró el establecimiento. Al final pagamos y nos vamos con el mayor de los desdenes por parte de los camareros a la hora de cobrarnos. Las únicas preguntas que me surjen son: si todos pagamos lo mismo ¿Por qué esa diferencia de trato? La verdad es que una vez sentados íbamos a tomarnos unas cuantas rondas ¿Un camarero con experiencia no debería valorar nuestra intención de pasar un rato más largo en el local? Absolutamente deshonesto y humillante. Primera y última.