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Chamberí es uno de los barrios más castizos y con más ambiente de Madrid. Por motivos de trabajo y personales es una zona que conozco bien, y en la que me gusta deambular con cualquier excusa. Una de las razones por las que suelo ir por allí, es para disfrutar de una buena velada acompañada de amigos, con los que como no, compartimos el disfrute de la gastronomía.

Uno de nuestros sitios favoritos es este restaurante del que os voy a  hablar: Paulino. Este restaurante tiene más de 50 años, y al parecer los dueños son dos hermanos que heredaron el amor  por este trabajo tan duro de la hostelería, de su padre que regentaba otro restaurante. Los hijos fundaron esta “casa de comidas”, por un golpe de fortuna, al tocarle a uno de ellos la lotería, hace más de 50 años.

El restaurante da comidas para unos 50 comensales. Acaba de ser reestructurado, y tiene un aspecto más jovial, moderno y limpio que se agradece. Las mesas quizás adolezcan de estar demasiado juntas, lo cual hace que el lugar sea un poco ruidoso e incomodo. El servicio es correcto, pero el trato que se dispensa me recuerda el de los restaurantes antiguos en castilla, peca un poco de parquedad, una sonrisa de vez en cuando se agradecería.

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Pero vamos a la razón fundamental por la que repetimos en este lugar de reunión que no es otra que la comida. La carta no es muy extensa, pero si tiene algunas cosas originales, y de buena calidad que son para nosotros unos clásicos en “Casa Paulino”.  Los primeros son unos platos relativamente sencillos, pero originales y deliciosos. Uno de estos primeros son unos pastelitos de marisco. Son una especie de creps pequeños muy suaves rellenos de marisco y con una salsa de marisco. La masa que los envuelve es muy fina, el relleno justo y la salsa los hace muy jugosos.

Seguimos con un paté, con una vinagreta con cebolla cortada muy finita, con un toque dulce, me imagino que tendrá un añadido de miel. Con el paté sucede igual que con el jamón, cuando están buenos es un plato excepcional, y este lo es. Y de último entrante pedimos una lasaña de morcilla, hecha con morcilla de cebolla, es un plato contundente, pero que para compartir y probar entre varios no esta nada mal.

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Los segundos que pedimos, son menos originales y la verdad es que no estaban a la altura de los primeros: ni en la calidad de los productos, la preparación, ni en la pequeña originalidad que puedan tener los primeros. Saboreamos un rape, con una salsa de pescado y verduras horneadas. El pescado estaba duro, seco y nada sabroso. El otro segundo fue una carne con salsa de queso, y sucedió algo parecido que con el pescado, no estaba en su punto, demasiada pasada, y un poco dura. Nada especial.

Por último los postres, donde siempre pedimos un espectacular sorbete de hierbabuena, muy aromático y ligero, pero que este día como todo lo demás no estaba como de costumbre.

El precio, es otro aspecto positivo de este sitio, y salimos por unos 40 euros por barba. Bastante ajustado para los precios que se pagan en Madrid.

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En resumen un restaurante que merece la pena ir, pero que nuestra última visita no estuvo a la altura a la que nos tiene acostumbrados. Espero que haya sido un día de mala suerte que por una serie de circunstancias las cosas no estaban como siempre, y no suceda como en muchos restaurantes que se hacen con una clientela y con un nombre y se abandonan cayendo en la mediocridad tan común en nuestros días. Repetiremos y ya os contaremos.

Casa Paulino
c/Alonso Cano, 34
28003 Madrid
España
Tel: +34 91 441 87 37

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