Nunca dejarán de sorprenderme las increíbles propiedades del ajo, anitiinflamatorio, previene la artereoesclerosis, favorece la circulación, bactericida,… la lista es extensa y basta teclear en cualquier buscador el nombre de esta hortaliza para encontrar un detalle de todas sus facultades.
El otro día me regalaron una ristra que me apresure a colgar en la terraza, para mi es un pequeño tesoro. Aparté los pequeños dientes de supermercado que tenía en el ajero y abrí una de las cabezas del rosario que me habían regalado. Como la noche y día, como el día y la noche, eran piezas grandes, del tamaño de una castaña, fuertes y olorosas con las pieles fuertemente adheridas y aún sin brotar. En ocasiones, he comprado ajos verdes, en otras secos, ajos con bicho, ajos sin sabor y ajos podridos y quizá por eso sé apreciar el valor de un regalo de esas características.
Al poco, cogí otra cabeza y la partí a la mitad –transversalmente-, la regué con aceite de oliva virgen, un poco de sal y la asé en el horno sin ningún otro condimento. Mojar pan sobre estos ajos –e incluso hacer un montado- es una delicia.
Al día siguiente, cogí varios dientes y con unas almendras hice un ajo blanco espectacular a decir de los que lo probaron (3 dientes de ajo, almendras, aceite, vinagre, agua y sal).
Ayer, hice un mojo picón rojo con esta hortaliza de la familia de las cebollas y una cucharada de pimentón (también podéis hacerlo verde si sustituís el pimentón por cilantro), delicioso para acompañar unas tajadas de pollo.
Francamente, este alimento, parte indiscutible de nuestra cultura y en muchas ocasiones denostado por su fuerte olor, es un manjar… un verdadero manjar.
Un truco para pelar el ajo, cuando se echa en la olla como condimento, es aplastarlo con la parte plana del cuchillo. Luego puedes pelarlo fácilmente.
Para quitaros el olor fácilmente de las manos, cuando habéis manipulado el ajo, es juntar los dedos con las yemas hacia arriba, y ponerlos bajo el agua fría del grifo sin frotar.
Se quitará gran parte de olor.