¿Empanadillas congeladas o empanadillas hechas por uno mismo? En el presente artículo pretendo abordar uno de los problemas más comunes de la cocina: utilizar algo elaborado por otros o partir de cero haciéndolo uno mismo e imprimiendo un nombre propio a la creación.

El debate no es banal, en muchas ocasiones es más sencillo partir de una base elaborada por otro cocinero, esto permite crecer y centrarse en el epicentro del plato, por ejemplo; indudablemente la base de un solomillo a la pimienta es la carne, el corte y la forma de cocción, siendo la salsa, aunque imprescindible, un anexo mejor o peor que si bien no entorpecerá el plato si puede contribuir a mejorarlo y es lícito partir de una base previamente elaborada. Personalmente, en estos casos me gusta mencionar este tipo de cosas a mis invitados: la carne la he elegido yo, la he cocinado (obviamente la parte más difícil) y la salsa es de la marca tal… hecho que si bien puede quitar brillo al conjunto produce en mi cierta honestidad al no condecorarme con medallas que no son propias. Por otro lado, existe otro tipo de platos que, o compras pre-cocinados o elaboras desde el principio, véase el ejemplo que titula el post de las empanadillas. En este tipo de casos no hay medias tintas, o mencionas que el hojaldre lo has hecho tú o asumes que son compradas sin ningún tipo de complejo y promocionas la marca (si realmente es buena, que suele serlo) máxime si te ayuda a quedar bien o te ha solucionado o ayudado a resolver alguna situación en algún momento.

Curiosamente he afrontado este problema esta misma tarde, se han presentado unos amigos y tenía que preparar una cena rápida. Sin nada a mano, he tenido que utilizar unas empanadillas congeladas de la sirena (lo confieso sin rubor en El Laboratorio Gastronómico). Aunque notables, a mi juicio, le faltaba tomate, hubiera añadido una pizca de perejil y habría hecho el hojaldre más fino.

¿Quién no ha hecho empanadillas congeladas alguna vez? Pero… ¿quién puede mejorar la receta original de una marca contrastada?

A buen entendedor… pocas palabras bastan.