Algunos días atrás quise alejarme un poco de Buenos Aires y desconectarme de la cotidianidad. Aproveché unos días de licencia en el trabajo. Y ¡vaaaaaya que pude salir de la rutina!. Pero compartir nuestras experiencias gastronómicas únicas , no es rutina. Les cuento, presten atención, está bueno.

Siendo temporada alta de verano, de la manera que nos gusta vacacionar a mi y a mi familia, y para que estemos conformes los tres, se trata de un tema que debió ser bien meditado.

Por suerte en varias preferencias estamos de acuerdo, el paisaje serrano, aire de campo, sin multitudes alrededor, clima seco, ríos de agua cristalina, tiempo para dormir siesta, compartir cenas caseras y autóctonas, y … – la verdad que ya son más que varias, ¿serán los más de 25 años que nos conocemos?

Casi por casualidad supimos de Alpa Corral en la provincia de Córdoba, en la falda oriental de la cadena de sierras de Los Comechingones, a casi 700 km de Buenos Aires. – ¡¿ A dónde se van ?! – fue la pregunta exclamativa de todo a quien le comentara que no estaríamos en línea por unos días.

La verdad, es una localidad desconocida para los bonaerenses, no tan así para los cordobeses, porque allí veranean algunos, no tantos, principalmente los de Río Cuarto que es la ciudad importante más cercana.

Alpa Corral y la gente que lo habita resultó ser muy cordial y cumple con las expectativas que generan algunas fotos en algún recóndito espacio de la web. Lo anecdótico sobre lo desconocido se eleva más aún,  en un momento cuando caminando por las calles del pueblo, vemos un llamativo banner, con fotos de un cálido lugar, invitando a degustar preparaciones caseras, entre las cuales sobresalían fondeus, picadas, alfajores artesanales, y tardes de té con rica pastelería. – ¿Podríamos ir, verdad? -, – si, claro – respondí. Y…. ¿ la dirección ?, brillante por su ausencia. ¿Y entonces ? ¿? ¿?

Al cabo de un par de días, camino a la Unión de los Ríos uno de los puntos turísticos para conocer, a poco más de 4 km del pueblo, donde habíamos visto aquel cartel, vimos su réplica a la puerta de una pequeña casa. Muy poco decía vista desde afuera. Pero si si, ese era el lugar y tanto nos gustó que lo visitamos dos veces.

Por la tarde de la vez primera tomamos unos licuados de frutas acompañados con unas tarteletas de arándanos tibias con queso crema frío. La idea era romper la masa brisé dentro de la casuelita en la cual se habían horneado y venían servidas, mezclar los sabores, las texturas y las temperaturas. Una delicia.

Esa misma tarde encantados con la ambientación, la cordialidad de Marina y Adrian, y el hermoso clima que se vive allí, reservamos para el día siguiente cenar una picada. Su descripción en el menú, prometía saciarnos y sorprendernos.

Una vez más, la gastronomía como medio para trasmitir sentimientos. Marina y Adrian iniciaron Los Moradillos en 2011, una década después de que se hubiesen afincado con solo una carpa, una carpa de artesanos, de dos artesanos. En la actualidad uno se acerca hasta allí tentado por las preparaciones que se anuncian, y se encuentra con lugar super cálido, lleno de coloridas artesanías de todo tipo, telas, collares y pulseras, vasijas de barro, cuadros, lámparas y un confort más que tranquilizador.

Lo dicho, a la noche siguiente nuestra mesa estaba esperando. -¿Qué necesidad de reservar?- me había preguntado la tarde anterior, tratandose de un lugar distante, sin dirección y perteneciente a un lugar que dudaba figurase en el mapa. Menos mal que no hice caso a mi incredulidad, pues las escasas treinta plazas y un solo turno de cocina estuvieron completos.

Cenamos la picada que les muestro en la foto, nos hicimos un minutos para conversar con Marina, le presenté nuestro blog y creamos, como siempre, una nueva relación que se suma a la comunidad de quienes disfrutamos de la gastronomía, o mejor dicho de la magia de la gastronomía y de las posibilidades de conocernos que nos brinda.

Gran picada ¿para dos?. Estaba armada así; maní y pasas de uvas, aceitunas, lengua a la vinagreta berenjenas al escabeche, queso en aceite y pimentón, vegetales glaseados, ciervo ahumado, matambre, mortadela, jamón cocido, jamón crudo y bondiola. Creo que no me olvidé de nada. Ah! si me olvidaba, pan de campo. -¿También lo hornean ustedes Marina? -

Tomamos una de mis cervezas favoritas por estos días, Warsteiner. Y para endulzar el final nuestros postres fueron un par de tradicionales panqueques con dulce de leche y peras al vino.

Para cerrar la noche y como excusa para quedarnos un momento más, bebimos infusiones preparadas por Adrián con hierbas de su propia producción, – que nos escriba él en la sección comentarios y me recuerde esa combinación de yuyos que sabía muy bien -.

Marina tenia el mismo deseo de que la velada perdurara y no nos dejó ir sin que probáramos su licor de pera. Broche de oro.

Momento de la cuenta. La adición incluía algunas artesanías que compraron mi mujer y mi hijo (¡¡ahora también él?!). De todas maneras la pagué con muchísimo gusto, los precios de todo son más que razonables.

Recomiendo Alpa Corral y Los Moradillos como lugares super super super tranquilos. Quienes esten vacacionando por las cercanías pueden darse una vuelta y permanecer por un par de días. No queda de paso hacia ningún lugar. Ir allí debe ser una decisión exclusiva. Informate bien de cómo llegar para no tener que preguntar ¡¿ Dóndeeee ?!”. Fotos.